Se inaugura la exposición fotográfica PRETÉRITO PRESENTE (Patio del INCINE, Quito)

PASOS DE CÁMARA.

Cuando la directora de los EDOC, Encuentros de Otro Cine, nuestra querida Lisandra Rivera me propuso la retrospectiva que hoy se abre, su propuesta me llevó a un despertar en la puerta del tiempo y sus calendarios para revisar lo hecho, lo caminado y sus olvidos, los errores y descubrimientos, y junto a ello los porqués lo hice y para qué lo hice, y en ese confesionario sin iglesia, en el templo del tiempo, la memoria, me refugié para mirar atrás y ver lo que se quedó, lo que dejé o abandoné y lo que siempre llevo puesto como mochila y traje de un caminar de pasos de cámara de cinco décadas.
Un andar de dos direcciones, hacia adentro y hacia fuera en un mismo tiempo, un mirar para mostrar el más allá del ver, un develar lo que la realidad guarda para adentrarse con esa extensión del ojo, el lente de la cámara y tocar al otro, su piel adentro y su drama individual y colectivo, las cicatrices del despojo, la exclusión y la indolencia como improntas que no se borran y dejan huellas en el alma colectiva. La ternura como abrazo y el dejarse habitar por el distinto, por su imaginario y su cultura como resistencia y respuesta a la violencia de estado y a la de género que es la misma.
Retratar y mostrar, para que no sea olvido la omnipresencia del poder que siembra engaño, angustia y desesperanza en los ojos de la gente, las correas que atan el pensar de las personas y las transforman en devotas de su interés y apetito de poder. El capturar el tiempo que nos habita como mandato del caminar.
En esos pasos de cámara por muchas latitudes y tiempos, entendí que el silencio es la opción del cementerio y que además de mirar se debía gritar, porque el cine no solo amplifica la voz colectiva del tiempo, sino que la vuelve canto y memoria, porque el acento del arte es ser herramienta útil para la defensa de la vida y la imagen es el lenguaje universal que más contribuye a la difusión de este principio luz que acompaña nuestro quehacer por esencia, la construcción universal del nosotros humanidad.
En ese sentido los pasos de la cámara son una búsqueda permanente de los plurales que nos habitan y del uno mismo que lo tenemos oculto y que se devela cuando somos nosotros. Porque caminar significa descubrir y descubrir, y cada paso de cámara es un registro de imágenes, una huella, una memoria que se imprime para que no sea olvido, porque como diría el poeta Mario Benedetti “…todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja el olvido está lleno de memoria” y Ecuador país es eso, un olvido lleno de memoria…
Y esa realidad que nos habita, nos reta a aprehender y poner en práctica lo que los pueblos del Yasuní, los waoranis, lo expresan en su cotidiano vivir de bosque, “ponente kiwimimamo”, la memoria lleva a vivir… Cine y fotografía son memoria, una memoria plural que nos debe construir y conjugar, hacernos pertenencia, una pertenencia que se nutre de su diversidad y sus saberes singulares y universales, de lo cotidiano y sus imaginarios de sueños, un nosotros diverso capaz de soñar en un abrazo.
Debemos contribuir a ese soñar, no desde el interés individual que se asocia con la vanidad e interés del poder y sus ofertas, sino desde el conocimiento de la vida diaria, que es nuestra inspiración y nutriente.
Desde las vidas que resisten a la destrucción y empujan esperanza, mujeres y hombres que edifican su existencia entre la ausencia y la diáspora permanente de un país-espacio en venta para el extractivismo.
Somos una geografía de sacrificio. Territorio, pueblos y comunidades estamos condenados a ese “desarrollo” que ha destruido y destruye el manglar y la Amazonía, la cordillera y sus bosques para satisfacer la moda extractivista. Antes petróleo, ahora minería, ambas sazonadas por camaroneras que no dejan de expandirse a costa del ecosistema manglar.
En este complejo escenario el cine en el Ecuador tiene un deber y un quehacer cierto que significa un reto, el reto del ser herramienta útil para la vida, sus gritos y cantos, porque el silencio cómplice y contemplativo del confort que no interpela no es opción.
Esta invitación de Lisandra, el mira atrás Pocho, me llevó al recuerdo, al “re corderis” del latín, es decir, pasar por el corazón, y recordé a Jorgenrique Adoum no solo por el libro que hoy lo mostramos sino por su poema “La visita”, porque una retrospectiva, ese observar el pasado, es una suerte de visitarse uno mismo, dejar que el ayer que nos habita, llegue en persona y como dice el poema, “ Lamo a la puerta. Quien es, pregunto. Yo, contesto. Adelante digo. Yo entro. Me veo al que fui hace tiempo. Me espera el que soy ahora. No sé cual de los dos está más viejo.”
He caminado con cámara desde muy joven en un país viejo de tanta inequidad, corrupción y violencia y en ese andar me llevo como nutriente permanente la memoria de quienes siendo mayores me guiaron y me hicieron crecer y han partido. Cargo conmigo el aliento de los afectos de mis amigos y colegas, mujeres y hombres, que me sustentan. Son muchos nombres y remembranzas que no las menciono porque la memoria es frágil y las omisiones duelen, pero todas y todos alimentan mi recuerdo de siembra, ese que nació allá por noviembre de 1977 cuando fundamos la extinta ASOCINE como el espacio de junta para luchar por el derecho a soñar, el derecho hacer cine respaldados por un marco legal propio que reconozca, sostenga, impulse y permita el crecimiento sostenido de este quehacer como una necesidad de la construcción del alma colectiva, la Ley de Cine, un objetivo que lo perdimos, un pendiente que aspiro, las nuevas generaciones, lo retomen y lo consideren como una necesidad, un camino cierto para la construcción del cine en la mitad de la tierra.
Para terminar, un poeta, viejo decimero de Calceta Manabí, Dumas Mora, me enseñó que, “el único exceso permitido en la vida, es el exceso de gratitud”. Mis profundas gracias a Lisandra Rivera y al equipo de los EDOC 23 por esta deferencia y privilegio. Gracias por el espacio que abrieron en la programación del festival para la muestra. Gracias a Camilo Luzuriaga y este espacio de enseñanza del quehacer cine adentro, INCINE, por permitirnos colgar este Pretérito Presente que nos habita y por dejarnos pintar las paredes con los pensamientos de Jorgenrique. A Gaby Alemán mi abrazo corazón adentro, por sus palabras que iluminan y acompañan esta muestra de imágenes.
Un abrazo y un eterno gracias a Isabel Dávalos y Paul Narváez, por la curaduría de la muestra. Paul fue el encargado de seleccionar las películas que desde hoy se mostrarán a lo largo del festival y junto a Isabel, fueron los promotores, arquitectos y obreros de esta muestra de fotos del libro que hoy se muestra. Gracias Isabel por no solo escoger, sino literalmente curar y corregir la impresión de fotografías de un libro hecho allá en 1981. Fue el primer libro de gran formato de fotografías hecho íntegramente en Ecuador, una idea y diseño audaz de un querido y recordado amigo, Diego Cornejo, en ese entonces Director de la Editorial El Conejo. Por último mi gratitud a la razón cierta de este andar de cámara Ustedes y mis hijos, Soledad y José Daniel.
Quito 14 de Septiembre de 2024