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La voz de los espectros

Un texto a partir de la película Ficción Privada de Andrés di Tella

Por: Gabriel Noriega

 

Ficción privada (2019), de Andrés Di Tella, es un documental donde confluyen muchas  de las grandes preguntas del género. Perdonen el silogismo, pero esto (no solo esto) hace de Ficción privada un gran documental. Está el archivo y su reinterpretación, está el pasado y el intento de convocarlo. Están las personas y están los actores; está la débil frontera que los distingue. En Ficción privada están los rostros y los gestos, las luces en el vagón de un tren y necesariamente las sombras; está, en definitiva, la magia del documental.

Di Tella nos ofrece una potentísima reflexión desde la emoción, sobre el lugar de donde venimos y sobre las personas que nos antecedieron.

Fotograma: Ficción privada, de Andrés di Tella

 

Un documental con pulso

Andrés Di Tella sabe que lo documental nunca es absolutamente documental. Sabe, además, que es justamente por la impresión de una perspectiva, un tono, una subjetividad, que lo documental es documental y que es por esto mismo que el documental no es documental.

Di Tella es un especialista del género en primera persona, un pionero, de hecho. En este caso, el desencadenante afectivo del filme es la muerte del padre del director. Entonces su hijo decide inmiscuirse (¿me estoy entrometiendo?, se pregunta) en la historia de sus padres, como para procesar el duelo, ponerle sentido, escribir sobre él. Un ejercicio riesgoso, sin duda. En una entrevista para el diario argentino El día, el director afirma que “si uno no entrega algo, no puede esperar nada a cambio”. Ficción privada tiene alma, tiene pulso.

 

Somos los hijos de los que nos preceden

Las vidas de las personas, en este caso la de los padres de Andrés, Kamala y Torcuato, dejan archivos. A esa pareja le sobreviven fotos de sus viajes por el mundo, objetos, y una epístola tremebunda, que el padre lega al hijo antes de morir y a partir de la cual se construye el relato.

Una pareja de actores, Denise Groesman y Julián Larquier, son invitados a leer esas cartas. Su juventud evoca la juventud de Torcuato y Kamala en esos años. Estos jóvenes del siglo XXI, se contagian de la historia que les prestan. Es conmovedor. Interpretan las cartas, las leen y las releen, ¡hasta las cantan! En las lecturas aparecen las expresiones y los silencios y entonces las verdades enfáticas de sus gestos les dan ánima a Torcuato y a Kamala.

También hay fotos. Espectrales, claro. Serían los años 50 o los años 60, poco importa. De esos años sin fecha reconocemos un mundo que antecede al nuestro. Los letreros en esas calles, las personas que caminan en uno u otro sentido. Las modas de esos tiempos que ya contenían en su germen a las modas de los nuestros. Allí, en ese mundo, sucede el improbable amor entre Kamala y Torcuato. Esas fechas históricas son el mundo de los que ya fueron, de los que nos precedieron y que soñaron con el mundo en el que hoy vivimos. El ambiente que describen esas imágenes se asemeja, naturalmente, a un sueño. En otras palabras, en las fotos que retratan la vida de los padres del director, se ve un mundo maquinado menos por factores económicos, que por el amor y el desamor, es decir por el deseo de las personas, del cual somos todos necesariamente hijos.

 

Fotograma: Ficción privada, de Andrés di Tella

 

¿Hay como revivir a los muertos? ¿Entenderlos al menos?

Por momentos Kamala y Torcuato emergen, viven en la tela y en el espectador. Pero es una presencia diáfana, que se disuelve como se disuelven las ilusiones y los planos. Esas verdades fueron y han dejado de ser: Ficción Privada es un documental sobre esa imposibilidad, sobre ese coqueteo con los fantasmas, que no terminan de acudir. Porque, insisto, la historia nunca deja sino retazos. La punta del iceberg, dice el director. Los fragmentos que nos son ofrecidos nos impulsan a imaginar el resto. El documental muestra lo que muestra, y porque no muestra todo, nos invita a completar los relatos desde nuestras interpretaciones (más senti, que pensantes).

 

Andrés Di Tella no se mira el ombligo

Esta podría ser una simple expiación sicologizante: el documental pasa por el museo de Freud. Pero no se queda ahí. Un amor sucedió. Un desamor sucedió. Entre una india de piel negra y un argentino, blanquísimo. La historia entre Kamala y Torcuato es universal entre otras cosas porque es la de dos personas que rompen con las expectativas familiares y se forjan un camino propio.

Andrés Di Tella sabe que esos documentos solo son publicables en la medida en la que comuniquen con los sentires de otros. Otros que hayan perdido a sus padres. Otros que piensen y quieran a sus padres. Di Tella, nos habla de nuestros orígenes, de quienes nos antecedieron y nos obliga a reflexionar y emocionarnos en esas reflexiones. Las vidas de los muertos tienen sentido en la medida en la que los vivos se las damos.

 

* * *

 

La verdad de una vida dura lo que dura la vida. Quedan los archivos y las memorias. Del encuentro con una película documental tampoco queda mucho. Pero tras ver Ficción Privada, queda algo que se asemeja a un aprendizaje, o al menos al recuerdo de algo que merecía la pena ser recordado.

 

Para acceder a la película haz cilck aquí

 

Mira el tráiler de Ficción privada, de Andrés di Tella

https://festivaledoc.org/wp-content/uploads/2020/09/FIccion-Privada-Trailer.mp4